Setecientas treinta noches
Formando el carácter de un líder.
En lo cual vosotros os alegráis, aunque ahora por un poco de tiempo, si es necesario, tengáis que ser afligidos en diversas pruebas, para que sometida a prueba vuestra fe, mucho más preciosa que el oro, el cual aunque perecedero se prueba con fuego, sea hallada en alabanza, gloria y honra cuando sea manifestado Jesucristo, (1 pedro 1:6-7)
Una vez José interpreto los sueños del panadero y el copero, siendo este último el justificado y retornado a sus labores, José le encareció que no se olvidará de el: (Genesis 40: 14-15) «Acuérdate, pues, de mí cuando tengas ese bien, y te ruego que uses conmigo de misericordia, y hagas mención de mí a Faraón, y me saques de esta casa. Porque fui hurtado de la tierra de los hebreos; y tampoco he hecho aquí por qué me pusiesen en la cárcel.»
Mas posterior a la interpretación de aquel sueño, y la restitución del copero a sus labores, este no se acordó mas de José. Solo hasta que faraón soñó con lo que se avecinaba para Egipto, logro recordar aquel joven, que interpreto su sueño, casi dos años después, es decir, setecientas treinta noches.
Fueron setecientas treinta noches de larga espera y sufrimiento para José, en las cuales llegó a preguntarse en algún momento, donde estaba ese Dios de sus padres, al cual le había sido fiel, y causa de esa fidelidad fue ingresado a la cárcel.
Setecientas treinta noches, llenas de soledad, de impotencia al sentir su inocencia, ante un pueblo que lo condeno a ser culpable por la clase social que lo acusaba, por los hermanos llenos de envidia y al sentirse acusados, decidieron venderlo como esclavo, setecientas treinta noches sintiéndose culpable, solo por revelar una visión dada desde el cielo que ni su padre creía.
Pero también fueron setecientas treinta noches, donde la misericordia de Dios estuvo a su lado aún en medio de la prueba, pudiendo ser asesinado por sus hermanos ( la cual era su principal intención)
Fue vendido para un propósito futuro, el cual era que su pueblo no muriese de hambre. Setecientas treinta noches en una cárcel, pero la gracia de Dios estuvo tan presente, que se convirtió en el segundo luego del carcelero, setecientas treinta noches de espera, formando un carácter, pero también aprendiendo a depender de aquel Dios, que uso lo que se había destinado para destrucción, en un propósito Divino de salvación y redención.
En total, fueron 730 noches de dependencia de Dios y luchas constantes con la mente y el corazón, pero luego de pasado ese tiempo, José estaba preparado para recibir aquello por o cual fue llevado a ese lugar.
Todo gran ministerio y sueño inmenso, ha sido procesado por las manos del alfarero, el martillo, el cincel y los golpes de aquel carpintero, han logrado formar grandes varones de Dios, de los cuales en las páginas de la biblia su historia nos inspira.
No hubo un sueño grande o una promesa de Dios cumplirse, sin antes haber procesado la fe de aquel quien lo recibe, por el contrario lo que en un futuro se tornaría en una gran felicidad antes debía de convertirse en una gran tristeza, cumpliéndose aun en ellos aquella palabra que dice, que si el grano no cae a tierra y muere no llevara fruto (juan 12,24) hasta que aquellos protagonistas no murieron a sí mismos y a sus temores, no pudieron ver palpable el fruto de su fe, expresado en aquella promesa cumplida, solo cuando reconocieron que enteramente, dependían de Dios, solo así encontraron el reino y llego la añadidura.
Entre tantos personajes bíblicos vamos a tomar como ejemplo la vida de cuatro fundamentales los cuales expresan en sus vidas la razón por lo que más somos probados y que por tales cosas quizá se retrasa el sueño, ya que en el caso de Dios no es como en el colegio o la universidad si no pasas la prueba te toca repetirla hasta que lo logres de verdad, hoy veremos las vidas a través del miedo, la espera, el rechazo y la inferioridad.
Setecientas treinta noches:Primeras Vigilias: Enfrentando los miedos
Con la muerte respirando al cuello.
En medio del transitar cristiano y a medida que conocemos a Dios, vamos adquiriendo una madures espiritual y esta nos lleva a descubrir los dones y talentos que Dios ha puesto en nosotros para servir a la obra y a través de ellos mucha gente se convierta, nuestra fe es la que impulsa estos talentos y nos alegramos cuando todo sale a la perfección y sentimos el respaldo y la aprobación de Dios.
Pero a veces en medio de este caminar y de esta madurez nos confiamos tanto en lo que tenemos que se nos olvida, que tenemos un enemigo que esta al asecho de nuestras vidas y ante cualquier milímetro de ventaja cedido tomara provecho y querrá aniquilarnos, una de sus armas es el miedo, ya sea por inseguridad por faltas causadas o por circunstancias en nuestra vida, que queremos tomar la actitud de Elías. El cual viendo las amenazas de Jezabel (1 reyes 19:1-3) decidió rendirse.
Elías estaba experimentando un florecer, en todo lo que Dios le manda a hacer, predijo la sequía, multiplico la harina y el aceite, resucito al hijo de la viuda, enfrento a los baales a través de lluvia de fuego, directamente del cielo, oro por la lluvia y todo esto fue concedido porque jehová estaba con él, pero como todo no puede ser color de rosa, Jezabel lo condenó a muerte y es allí donde quizá a Elías la muerte le respiro al cuello y el atemorizado se escondió (1 reyes 19: 4-8).
en algún momento creemos que todo ira sobre ruedas y que no hay nada de qué preocuparnos y caemos en una confianza tal al punto, que nos olvidamos que hay un enemigo que no descansa y cuando vemos que todo se dificulta lo primero que pensamos es en escondernos y huir de los problemas, sin imaginar que cuando volvamos estos seguirán allí.
Por tal motivo Dios nos permite enfrentarnos a estos miedos para mostrarnos que dependemos enteramente de Dios y no de nuestras fuerzas ni de nuestro entorno y aun en medio de las caídas pisotones y dificultades el aún puede levantarnos.
El temor nos lleva a “pretender” mover el corazón de Dios por medio de lastima o lagrimas (1 reyes 19:4)
Gracias al miedo a morir, Elías se olvidó de todo lo que Dios había hecho a través de él y por un instante quiso desertar, ya que nunca se imaginó que la muerte estuviese al acecho y por esta razón quiso dejarlo todo pero fue más sorpresiva la respuesta de Dios al verlo escondido en una cueva, y con una simple pregunta confronto su vida.
A veces creemos que con nuestras lagrimas vamos a mover la mano de Dios y no es así, la mano de Dios se mueve a través de la fe aquella fe que me impulsa aun a pesar del miedo a perseverar y a seguir adelante o DE OTRA MANERA SINO SE ENFRENTARA NUESTROS TEMORES NO CONOCERÍAMOS DE LO QUE SOMOS CAPACES.
“No conoces lo que es valentía, hasta que te enfrentas con tu propio miedo, no te das cuenta hasta donde llega tu fe, hasta que sigues caminando y perseverando a pesar de que parezca imposible, no sabes el valor de la compañía, hasta que experimentas la soledad, no valoras la verdad hasta que te lastiman con lo doloroso de una mentira, no te das cuenta cuan valiente eres, hasta que te enfrentas a vivir.”
Setecientas treinta noches: Enfrentando los miedos.
Reflexionemos: Vemos que aun cuando Elías sintió miedo, aún así Dios lo arrebato en carros de fuego, pero algo particular en esta historia es el sucesor que continua escribiendo el propósito de Dios, alguien sin miedo el cual pidió la doble porción sin importar cruzar un arroyo y enfrentarse quizá a las mismas dificultades, hizo el doble de los milagros de alias, en total fueron 14 milagros y aun después de muerto el poder de Dios estaba en el. No permitamos que el miedo, nos haga perder nuestro lugar y debamos ser remplazado quizás no por alguien mejor que nosotros si no más valiente.
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